La legislación escrita por el mismo dedo de Dios en lo que conocemos como los Diez mandamientos establece a todo Su pueblo: Israel y quienes le creemos por la fe en Jesucristo, leyes para relacionarnos con Él y con nuestros semejantes. Los primeros cuatro abarcan la manera correcta de acercarse a Dios: exclusiva porque es ÚNICO, digno de adoración; espiritual porque es ESPÍRITU, es decir sin imágenes ni ídolos; con respeto porque es HONORABLE y apartando Su DÍA para rendirle culto y servir a otros. Por otra parte, el resto de los mandamientos se relacionan al buen trato con los semejantes, empezando en el hogar, con la honra debida a los padres, siendo ellos modelos vivos de respeto y sana convivencia. Al haber conflictos, Dios ordena no tomar venganza ni poner fin a la vida de ninguna persona y a guardar fidelidad en la relación más íntima como lo es el matrimonio. La orden es:
No cometerás adulterio
(Éxodo 20:14)
Desde el principio, cuando Dios creó todas las cosas materiales, «… formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente … y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase… Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él… Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre.” (Génesis 2:7,15,22). De esta unión ordenó: “… dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban.” (Génesis 2:24-25). Con el propósito de mantener Su ideal de matrimonio entre un hombre y una mujer; y sabiendo la tendencia humana de ser desleal e infiel le ordenó este séptimo mandamiento, instando el cumplimiento de las responsabilidades para el disfrute de los derechos mutuos. Con este contexto y otras porciones de la Biblia consideraremos cinco (5) implicaciones de este mandamiento:
1) Derecho de exclusividad: El privilegio de esta unión es tan particular que Dios consiente que el hombre y la mujer “dejen” a sus padres y sus madres: Este dejar abarca el espacio físico hogareño y la dependencia emocional y económica de ellos. El formar su nuevo hogar, lejos de la influencia directa de los progenitores les dará la oportunidad de tomar sus propias decisiones que afectará su futura familia.
2) Derecho de compromiso: con la frase “y se unirá a su mujer” Dios obliga al hombre a ser líder amoroso y responsable del bienestar espiritual y emocional de su esposa. La unión lograda a través de un pacto legal y ante Dios por el acuerdo mutuo demanda madurez emocional y espiritual de ambos para mantenerse en él hasta que la muerte los separe, luchando junto por el bienestar común.
3) Derecho de complemento mutuo: Claramente en Génesis leemos que la unión matrimonial diseñada por Dios es la monogamia, heterosexual y entre humanos. Cualquier otra unión sexual resulta en una abierta rebelión contra Dios. La sentencia: “y serán una sola carne” implica que Dios la establece como la relación correcta entre el hombre y su ayuda idónea, una mujer, complemento mutuo el uno al otro. Dentro de esta relación ideal es que Dios anhela la procreación de los hijos y el desarrollo de la sociedad.
4) Derecho de libre comunicación e intimidad: El adulterio mental y material comienza cuando la comunicación deja de ser libre, veraz, edificante, conciliadora y la aceptación mutua es condicionada. La cita bíblica: “estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban” (v. 25) sugiere transparencia en las palabras, conocimiento de deseos, metas, anhelos, aporte de sugerencias a disyuntivas, traumas, frustraciones, compañía en las vicisitudes y problemas individuales, entre otros aspectos vinculantes; además, incluye la entrega sexual: respetuosa, consensual y natural. Promueve una intimidad mayor a la física: la espiritual y emocional porque cada uno procura el placer y bienestar del otro sin dar lugar a sentimientos negativos ni barreras.
5) Derecho a la permanencia e indisolubilidad: el Señor Jesucristo añadió un elemento más al propósito divino del matrimonio cuando los fariseos le preguntaron acerca de la posibilidad del divorcio entre esposos: “lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.” (Marcos 10:9). Con sus palabras dejó a un lado las opiniones y razonamientos humanos señalando que el plan y propósitos de Dios era, es y será que el hombre y la mujer permanezcan unidos en matrimonio entre tanto vivan. Así, unidos por Dios mismo, no debieran ser separados por decreto humano (Gn. 1:27; 2:24). El divorcio es una anomalía, un trastorno del ideal de Dios.
Estas afirmaciones bíblicas condenan las prácticas prevalecientes en las sociedades modernas como el divorcio, las relaciones sexuales casuales y adulterios, los concubinatos y relaciones clandestinas, la homosexualidad y la relación de competencia y opresión dentro del matrimonio. El ideal de Dios se concreta en la íntima, abierta, mutua y total aceptación y un continuo y permanente conocimiento el uno del otro. La procreación, los privilegios y las responsabilidades son compartidas entre el hombre y la mujer en una dimensión común.
De lo expuesto queda las siguientes recomendaciones, cualquiera sea tu estado civil, si eres:
a) Soltero y piensas casarte en algún momento, pide a Dios que tu futuro cónyuge sea esa ayuda idónea que necesitas. Filtra tus opciones, que estén de acuerdo con el ideal de Dios para que “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos” (2 Corintios 6:14a) a fin de que disfrutes de los derechos mencionados.
b) Casado: procura recordar todos los días el amor que prometiste ante el altar de Dios dar a tu cónyuge, pide a Dios sabiduría para cumplir con tus responsabilidades y así gozar de tus derechos.
c) Viudo: Agradece a Dios por el tiempo compartido con tu cónyuge. Pide a Dios fortaleza para mantenerte puro, y si deseas casarte nuevamente, sigue el consejo para los solteros, pero ahora con más variables que considerar, como son: tus hijos, tu casa, entre otros.
d) Divorciado: Con una experiencia dolorosa previa, sigue el consejo para los viudos.
Ahora si has quebrantado en tu mente este mandamiento porque “cualquiera que mira a una mujer para codiciarla (o a un hombre para codiciarlo), ya adulteró con ella (él) en su corazón” (Mateo 5:28, paréntesis aplicados) o has hecho un uso indebido de tu sexualidad, entiende que este pecado te condena delante de Dios tal como aparece en el siguiente texto: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os dejéis engañar: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores heredarán el reino de Dios” (1 Corintios 6:9-10). Por esto te invito a:
1) Arrepentirte ante Dios con sinceridad. Él está dispuesto para ayudarte, acércate a Él y se acercará a ti, reconoce tu necesidad de Él. El arrepentimiento genuino hacia Dios traerá paz y un nuevo comienzo.
2) Cree y recibe a Jesucristo como tu Señor y Salvador para que te rescate de la condenación eterna.
3) Lee la Biblia diariamente. Te sugiero un capítulo del evangelio según Mateo. Subrayar las palabras “escrito está” porque Él es el cumplimiento de toda la Biblia.
4) Y congregarte en una iglesia cristiana de sana doctrina para que crezcas en tu comunión con Dios junto a tu familia.
Dios te bendiga.
Lic. Jafelli Cabaña de Galindo.
@seleccionesbiblicas6845