Periodistas y Periodismo con propósito: la voz que construye país. La palabra que siembra futuro
Cada 27 de junio, Venezuela honra a quienes, desde una vocación incansable y a menudo en condiciones adversas, ejercen la labor del periodismo con ética, compromiso y conciencia social. Esta fecha, conmemora la fundación del Correo del Orinoco en 1818, instrumento comunicacional creado por el Libertador Simón Bolívar para informar y movilizar a un país en lucha por su libertad, además nos invita a reflexionar sobre el papel fundamental que cumplen las y los periodistas en la construcción de una sociedad más justa, informada y participativa.
Hoy, más de dos siglos después, la misión sigue viva, pero las trincheras son otras: un país entero que puja para construir un futuro en una sociedad que vive con eternas limitaciones, pero con un sueño y una esperanza eterna, niños que viven en barrios olvidados, aulas sin techo, comunidades que claman por agua, electricidad y dignidad.
En el corazón de cada comunidad venezolana hay historias que laten con fuerza: sueños que insisten, voces que emergen, juventudes que crean, territorios que no se resignan. Por eso hoy celebramos a quienes tienen la sensibilidad y el temple de contar esas historias —no para mostrar heridas, sino para acompañar procesos de sanación, construcción y renacimiento.
El periodista es cronista del presente, arquitecto del porvenir. En cada comunidad suele estar un periodista documentando verdades, denunciando injusticias, dando voz a quienes rara vez son escuchados. Su tarea va más allá de informar: construye puentes entre la ciudadanía y las instituciones, entre el dolor y la esperanza. En tiempos de desinformación ejercer el periodismo es también un acto de coraje y defensa del bien común. A través de la palabra, la imagen y la denuncia documentada, se convierten en constructores de puentes, en custodios de la memoria colectiva y promotores del cambio social.
El periodismo responsable no solo visibiliza las carencias, sino que impulsa transformaciones. Gracias a reportajes sobre escuelas deterioradas, centros de salud colapsados o patrimonios culturales en peligro, la sociedad ha reaccionado y exigido cambios reales. Así, el periodista se convierte en motor de conciencia ciudadana y catalizador de soluciones.
En pleno siglo de la información, no hay desarrollo posible sin acceso a la misma; no hay transformación sin verdad. Desde reportajes de investigación que evidencian irregularidades, hasta coberturas comunitarias que rescatan identidades culturales, el trabajo periodístico contribuye directamente al fortalecimiento de la democracia y al empoderamiento ciudadano. En cada crónica sobre un río contaminado, en cada entrevista que recupera la voz de un líder vecinal, se gesta una forma de resistencia y de propuesta.
El periodismo venezolano es mucho más que oficio: es una forma de arraigo, de interpretar el país desde la cercanía, desde el nosotros. Allí donde otros ven fragmentos rotos, el periodista teje narrativas que juntan, que recuerdan que no estamos solos ni condenados. Que aún en medio de la confusión informativa o el ruido ideológico, hay quienes eligen creer en el poder de la palabra honesta, humilde y transformadora.
Cada reportaje sobre una escuela que autogestiona su camino, cada crónica sobre una fiesta popular que resiste al olvido, cada entrevista a un joven que crea soluciones desde su barrio es un acto de siembra. De ahí la fuerza del periodismo: no busca solo describir el país que tenemos, sino acompañar el nacimiento del país que soñamos.
Hoy los periodistas venezolanos se reinventan, dominando herramientas digitales, creando medios alternativos y nutriéndose del trabajo colectivo y comunitario. La ética y la innovación se han vuelto aliadas para resistir y evolucionar desde la colaboración y la creatividad. Las redes digitales no son sólo canales, sino puentes. Las herramientas multimedia no son solo recursos, sino lenguajes para conectar con nuevas audiencias. Lo que ayer se transmitía por plomo y papel, hoy se cuenta con imágenes, sonidos, experiencias inmersivas. Y en ese tránsito, el alma sigue siendo la misma: contar desde la verdad, con ternura y responsabilidad.
El desarrollo de Venezuela necesita periodistas éticos, protegidos y valorados. Porque sin información veraz, no hay democracia; sin debate público, no hay ciudadanía activa. Celebrar este día es también exigir condiciones dignas para quienes llevan tu voz con compromiso y sensibilidad. Es honrar la mirada que se detiene donde nadie mira. Es agradecer al narrador que, en vez de resignación, elige retratar el coraje. En cada palabra bien dicha, en cada dato verificado, se construye ciudadanía, se teje país y se renueva la esperanza.
Los periodistas se han convertido en alquimistas del relato social: convierten lo cotidiano en relato, y el relato en identidad. Su labor no es gritar verdades entre el ruido, sino afinar el oído colectivo para escuchar las voces que verdaderamente importan.
Este 27 de junio no hablamos desde el lamento, sino desde el pulso de una nación que no se rinde. Porque hay una Venezuela que está naciendo todos los días —y el periodismo es partera de esa historia. Porque el periodista venezolano no solo informa: documenta la historia viva del país, eleva las voces populares y siembra conciencia en terreno fértil. El periodista venezolano no solo informa, también transforma.