El ratón más popular del mundo tiene un lugar y una misión en en la región de los Valles del Tuy y zonas aledañas como la capital. Lejos de la magia de Disney, el Mickey Mouse venezolano se mueve en moto por apartados caseríos en extrema pobreza.
El hombre bajo el traje es Ender Piñate, de 42 años, un venezolano sin empleo formal, quien se desempeña en tareas logísticas en comercios de la zona y quien tiene las mismas necesidades económicas que las personas a las que ayuda.
“Vengo de una situación de pobreza extrema, vengo de un ranchito. Estuve en el mundo de las drogas, estuve en situación de calle, hasta estuve viviendo bajo un puente y, gracias a Dios, encontré unas personas que me ayudaron a salir de ese mundo”, cuenta Piñate a VOA antes de subirse a la motocicleta a repartir bolsas con golosinas, unos cinco pares de zapatos, y tres frascos de medicinas en una comunidad rural.
“Ahí viene Mickey… Mickey” gritan los niños cuando escuchan el motor de su moto. Cuando lo ven llegar, corren para recibir algún dulce. Los cotillones se van agotando en la medida que transita por el lugar. De un bolso gris, Piñate saca dos cajas de diminutos chocolates para no dejar a ninguno con las manos vacías. Sabe que quizá será la única merienda de la semana, o peor aún, una de las pocas comidas del día, pues se mueve en una Venezuela donde un tercio de la población está subalimentada, según la agencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Para su labor se apoya en donaciones de pequeños negocios o de algunos voluntarios. Para entregar los aportes, en ocasiones, debe atravesar caminos de tierra, de ahí que sus zapatos -de vez en cuando- están cubiertos de lodo.
Pero en la historia del Mickey en moto, como es conocido popularmente, hay un pasado que no oculta: estuvo 4 meses en prisión por robo.
«No duré mucho porque me ayudaron y acepté los hechos y dije por qué estuve en esa situación, porque no había comida en mi casa y porque necesitaba dinero para la quimioterapia de mi mamá”, relata Piñate, quien asegura que convirtió ese episodio en una lección que quiere darle a jóvenes de su región.
«Acá hay muchachos boxeadores, muchachos con talento para el béisbol, y yo lo que quiero es que ellos no anden en los mismos pasos en los que yo estuve. No quiero que se acerquen a la delincuencia».
Hoy, con las deudas saldadas ante la justicia, la moto del Mickey de los Valles del Tuy no la detiene ni la escasez de combustible en el país
«Tengo muchas amistades que me colaboran», dice.
Y como este Mickey no disfruta de las comodidades de Disneylandia, al terminar la faena, deberá poner en remojo los ruedos de sus pantalones, manchados por el barro y esperar a que sequen para una nueva jornada.
Tomado de: Voz de America