Dios, el Autor de la vida y legislador de los diez mandamientos estableció en los primeros cuatro (4) mandamientos la forma correcta de acercarse a Él: como EL ÚNICO, digno de adoración; sin ídolo porque es ESPÍRITU; con respeto porque es HONORABLE y apartando su DÍA para rendirle culto y servir a otros. El resto de los mandamientos se refieren a la forma aprobada por Dios para cultivar sanas relaciones interpersonales. Estas inician en el seno del hogar. Con este mandamiento Dios da una advertencia en caso de haber relaciones rotas y conflictivas:
“No matarás”.
(Éxodo 20:12)
En el contexto de toda la enseñanza bíblica respecto a este mandamiento consideraremos tres (3) aspectos:
1. Dios es dador de la vida:
Cada persona tiene el derecho inherente de vivir. Israel valoró más este derecho mientras estuvo cautivo en Egipto pues creía que la vida era don de Dios y nadie debía quitarla premeditadamente porque “…creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:27). La vida es sagrada y únicamente Dios tiene el derecho de determinar entre la vida y la muerte. Ninguna persona debe usurpar esta facultad divina. Cualquiera que transgreda este mandato sufrirá sus consecuencias aquí y en la eternidad.
2. Dios es Juez Justo
Sabiendo Dios la debilidad humana de tomar venganza cuando considera violentados sus “derechos”, con este sexto mandamiento quita el asunto de la vida o la muerte de una decisión individual y la deja en manos de la
comunidad, o pueblo del pacto. En otros textos del Antiguo Testamento Dios sentencia ciertos delitos con la pena capital cuando la intención y comisión es consumada por la prevalencia de maldad y con el testimonio de más de un testigo (leer Números 35:30; Deuteronomio 19:1-19). Algunos de éstos son: por asesinato (leer Éxodo 21:12); por sacrificio de un niño (leer Levítico 20:2); por secuestro o rapto de una persona (leer Éxodo 21:16); por diversas formas de inmoralidades (leer Levítico 20:10-16); por dar falso testimonio (leer Deuteronomio 19:15-19) y por robar (leer Éxodo 22:2). Del resto de la revelación divina, en el Nuevo Testamento se lee que todo crimen debe ser castigado y la cárcel era el lugar para los homicidas, tal fue el caso de Barrabas quien “…había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad, y por un homicidio” (Lucas 23:19). Con este lugar de reclusión se abrigaba la posibilidad de la regeneración de un criminal por la gracia de Dios al arrepentirse de su pecado, de su delito.
3. Dios condena otras “formas” de matar
En Mateo 5:21-26 el Señor Jesucristo enseña a sus discípulos acerca de la ira que se deja crecer y sus consecuencias. Inicia con este mandamiento en particular llevando el tema a la condición del corazón, es decir donde nacen las actitudes violentas que pueden estallar en asesinato. Las palabras claves que reflejan la ira representan algunas maneras de cometer “homicidio” intencional.
a) El enojo: es aquella reacción del momento que crece porque se guarda resentimientos para ser consumada con enemistades y divisiones. Es inicio del “homicidio” de la paz y la sinceridad propia; era tratado en el consejo local.
b) Llamar necio a alguien: es más grave que el acto anterior porque se exterioriza el enojo, y era castigado en el Sanedrín, o corte suprema. Esta ofensa “mata” la amistad.
c) Llamar fatuo a alguien: representaba el insulto más vergonzoso que alguien pudiera tolerar, la intención de tales improperios es la de humillar o vejar. Tal ofensa sería motivo suficiente para ser excluido para siempre en el infierno de fuego porque “mata” la reputación, el testimonio ante otros poniendo en descrédito al ofendido.
De lo expuesto se evidencia que la orden divina “no matarás” no solo apunta a quitar la vida a alguien. Esta incluye la “destrucción” de confianza, de la estima de alguien al insultarla, de amistades, de relaciones interpersonales en general. El homicidio no llega solo, empieza con el enojo, con la ira que maquina venganza. Nace de un corazón que no ha perdonado y por lo tanto no ha recibido el perdón de Dios.
Si en tu proceso de vida estas “herido” porque otros se han enojado contra ti, el consejo de Jesucristo es: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino” (Mateo 5:23-25ª), mientras vives.
Ahora si eres quien ha “herido” o “matado” a alguien, pide a Dios de su perdón y perdona a quienes te ofenden antes que las consecuencias sean irreparables porque “El que fácilmente se enoja hará locuras…(pero) El que tarda en airarse es grande de entendimiento;” (Proverbios 14: 17ª, 29a). Dios está dispuesto para ayudarte, acércate a Él y se acercará a ti, reconoce tu necesidad de Él. El arrepentimiento genuino hacia Dios traerá paz y un nuevo comienzo en las relaciones rotas. Te invito a:
a) Valorar la familia y las amistades que tienes, recuerda que ningún ser humano es perfecto.
b) Pide a Dios la oportunidad de corregir malentendidos.
c) Aprovechar cada experiencia para sembrar amor y tiempo de calidad con todos a tu alrededor.
d) Acercarte a Dios, en oraciones para que sane tus heridas, frustraciones y carencias de tu infancia y adolescencia si otros te han “matado” por dentro.
e) Creer a Jesucristo, como lo enseña Su Palabra, Él es el camino, la verdad y la vida, para llegar al Padre.
f) Leer la Biblia diariamente. Te sugiero un capítulo del evangelio según Mateo. Subrayar las palabras “escrito está” porque Él es el cumplimiento de toda la Biblia.
g) Y congregarte en una iglesia cristiana de sana doctrina para que crezcas en tu comunión con Dios junto a tu familia.
Dios te bendiga.
Lic. Jafelli Cabaña De Galindo.