Un accidente ocurrido en Cúa, municipio Urdaneta destapó la caja de pandora de una pugna familiar por una herencia.
La noche del 19 de julio de 2024, la pequeña localidad de Cúa en el estado Miranda, con sus calles estrechas y su arquitectura colonial, se preparaba para una velada festiva. La luna en cuarto creciente alumbraba tímidamente las fachadas de las casas, mientras las luces de los centros de fiesta brillaban, iluminando a los graduandos que celebraban el final de una etapa. Sin embargo, bajo la aparente tranquilidad de aquella noche de verano, algo oscuro se cernía sobre el horizonte.
Ana y su familia, ajenos al caos que se desataría minutos después, se encontraban a las afueras del «Rey David», un club icónico del municipio Urdaneta, ubicado cerca de las ruinas de la histórica Hacienda Lecumberry. Conversaban animadamente, mientras dejaban a un familiar en el club. Habían decidido regresar a casa, sin imaginar lo que sucedería minutos mas tarde.
El motor del auto rugía mientras Juan Carlos, el esposo de Ana, tomaba el volante con calma, llevando a una prima en el asiento trasero, mientras Ana iba adelante con su bebé de dos años en brazos. Sin embargo, como si una sombra los hubiese seguido desde las profundidades de la noche, un auto blanco apareció repentinamente detrás de ellos. El conductor de ese auto misterioso los observaba precavido de no ser descubierto a las afueras del Rey David, y como un cazador al acecho de su presa, emprendió una persecución detrás del auto de Juan Carlos y Ana. El primer golpe en la parte trasera del vehículo fue brusco, inesperado. El miedo se materializó en un instante.
Ana, con el corazón latiendo desbocado, miró a su esposo. Sus ojos eran dos espejos de desconcierto y terror. El segundo impacto llegó rápido, casi brutal. Ana, en un acto instintivo, abrazó a su hijo, protegiéndolo de un peligro que aún no lograba entender del todo. El vehículo blanco, un Chevrolet AVEO, parecía decidido a volcar el auto familiar en cualquier momento. La escena, propia de una película de acción, era demasiado real. Las solitarias y oscuras calles del pintoresco pueblo cueño se convirtieron en un escenario perfecto para el crimen, un lugar sin testigos, sin rastros.
Juan Carlos aceleró, intentando escapar de su perseguidor. Las llantas rechinaban contra el pavimento mientras el auto zigzagueaba entre las calles angostas. El miedo y la adrenalina gobernaban la situación. Finalmente, una idea surgió en su mente: dirigirse hacia un módulo policial cercano. Quizá podría atraer a su agresor hacia una trampa y salvar a su familia.
El plan funcionó. El conductor del vehículo blanco se dio cuenta de la trampa y, en un último y desesperado intento por escapar, embistió a tres personas que viajaban en una motocicleta por la urbanización Santa Rosa de Cúa. La escena se tiñó de sangre, pero el agresor no mostró remordimiento. Con una fría indiferencia, huyó de la escena del crimen.
Minutos después, las fuerzas policiales lograron detener al conductor. Ana y Juan Carlos, aún conmocionados, llegaron al lugar donde estaba detenido su agresor. Al verlo, la sorpresa fue devastadora. Frente a ellos no estaba un desconocido, sino Luis Alberto Rodríguez Arteaga, sobrino de Juan Carlos y ex cuñado de Ana. La revelación cayó como un balde de agua helada. Luis Alberto, lejos de mostrar arrepentimiento, esbozó una sonrisa burlona, dejando claro que su ataque había sido intencional.
A juicio de Ana y para el asombro de la familia, Luis Alberto, hijo de Adolfo Rodríguez, un comerciante muy conocido en la zona como «Caldo Frío» y hermano de su exesposo ya fallecido, presuntamente había intentado asesinarlos. Sí, a su propio tío y a la viuda de su hermano. Pero, ¿qué había detrás de este intento de homicidio? El suceso, lejos de ser un simple accidente, destapó la caja de Pandora de un conflicto familiar oculto por años. Una herencia disputada, rencores no resueltos, y secretos oscuros que habían permanecido bajo la superficie durante demasiado tiempo.
Esa noche, que comenzó con música y celebración, terminó envuelta en intriga, traición y un intento de asesinato que cambiaría la vida de Ana y su familia para siempre. El eco de los hechos resonaría en las calles del municipio Urdaneta por mucho tiempo, mientras las sombras de aquella noche seguirían acechando, esperando el momento para revelar aún más verdades.
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